El camino serpentea, primero en una dirección, después en la contraria, y atraviesa el paisaje dominado por formaciones rocosas, enormes piedras monolíticas que surgen de la tierra polvorienta como puntas de iceberg de color ocre.
Las Mesas de Villaverde se acomodan entre las colinas y los pinares susurrantes, los olivos salvajes y los encinares de la Sierra de Pizarra. Por encima, en el azul brillante del cielo, extrañas aves rapaces inspeccionan el paisaje perezosamente, dejándose llevar por las cálidas corrientes de aire.
Tras incontables giros, una señal nos indica que ha llegado la hora de aparcar y de descubrir la indefinible atmósfera de los monumentos moriscos de Andalucía. Nos encontramos ante el complejo del Bobastro. Como en el paisaje circundante, el inevitable paso del tiempo cuelga pesadamente sobre el lugar. Avanzando hacia el centro del complejo, todavía pueden verse los restos de lo que en su época fueron los grandiosos muros del anillo externo, ahora conquistados por el lento avance de la maleza.
Pueden verse otras vagas evidencias de una antigua construcción -¿torres de vigilancia?- a pesar de estar cubiertas por gruesos matorrales. Distinguir entre ellos y las formaciones originales es complicado, la invasión de los elementos invita a dejar volar la imaginación. Tomes el camino que tomes, en cuanto comienzas a trepar por las extrañas paredes, caes en la cuenta de que no se trata de un lugar modesto y de que aún queda mucho por descubrir.
Un polvoriento camino se adhiere a los contornos de la colina, siguiéndolos hasta el frente. De vez en cuando se abre un claro producido por los acontecimientos metereológicos, lugares dejados de la mano de Dios que transmiten la misma sensación de olvido que el resto. En el centro, todavía puede distinguirse la gastada estructura del complejo. Dadas las altas temperaturas de los veranos y la fricción de los vientos de invierno que ha tenido que soportar durantes miles de años, bastante es que aún se alcen, exóticos, los arcos de herradura.
Tallas de piedra caliza impresionantes, de gran valor arqueológico a pesar de su pequeña escala –poco más de 16 metros por 10 metros- que sólo puede ser comparada probablemente con la iglesia toledana de Santa María de Melque. De estructura completamente mozárabe. Una cripta y un cementerio adornan los sugerentes vaivenes de la sierra, las seductoras insinuaciones de lo que un día fue Bobastro.
En cierto modo, Bobastro puede considerarse como otro montón de piedras que podemos encontrar en la colinas andaluzas. Pero en éste en concreto, puede sentirse el espíritu de la resistencia al poder, en pleno desierto. Una arrogancia embriagadora casi tangible en su atmósfera, la que hace de este lugar un lugar especial.